Testimonio Álex Casado | 18 años
Realmente no sabía cómo iniciar esta redacción. Porque son tantas emociones juntas, que juntarlas todas son muy difíciles.
En la despedida con mis padres estaba muy nervioso, pero los miedos se fueron yendo poco a poco. Cuando llegué al nuevo trabajo, el miedo me volvió, pero cuando vi que mis tutores de prácticas eran tan amables y era mi mundo me fui relajando día a día. El primer día me enseñaron a cómo limpiar las cuadras. ¡Ah! ¡Que no he dicho a que me dedico! Las prácticas son en una hípica llamada Equinia. Luego día a día por la mañana tenía que limpiar, cortar la zanahorias y manzanas y ver que los caballos estuvieran bien. Y por la tarde ya era más tranquila. Al principio no me dejaban hacer muchas cosas pero luego me empezaron a dejar, y le daba de comer a los caballos y todo.
A nivel personal, este proyecto me ha ayudado muchísimo a darme cuenta de lo que realmente me gusta y a lo que me quiero dedicar de mayor. En las clases de italiano que hicimos en Forlì, un día cuando vinimos, vimos una chica que era de Madrid, y empezamos hablar. Nos presentó a su amiga y nos hicimos muy amigos, salíamos de fiesta, cenábamos juntos y muchas más cosas. Gracias a ellas hacíamos aperitivos juntos; una delicia, para qué mentir.
Al acabar el trabajo, una de las cosas que más nos unían eran jugar al UNO, un juego que nos hacía eliminar todo lo que no queríamos, y hablábamos de cómo había ido el trabajo. A veces jugaban en casa e otras jugábamos en el parque que teníamos al lado de casa.
Con este proyecto, he crecido como persona, y he conocido a un Álex que no sabía que existía, tan abierto, pero miedoso, tan feliz. He conocido a gente que vale muchísimo, y otras personas que me han sorprendido su comportamiento. Nunca me arrepentiría de haber echo este proyecto.