Testimonio Marina | 22 años
Marina García ha querido compartir con nosotros cómo fue su participación en el proyecto Laborator Erasmus de Rumanía. Con 22 años se fue a descubrir un país que, a pesar de las adversidades, ha acabado amando. Según nos cuenta, ha vivido una experiencia que le ha ayudado a aprender de su profesión, que es enseñar.
Me embarqué rumbo a Rumanía intentando deshacerme de los prejuicios que la ignorancia nos escupe y volví amando un país donde pasé el más duro de los inviernos pero el más aventurero también.
No sabía ni porqué había escogido mi proyecto pero sí sabía que quería hacer un voluntariado, que quería aprender y comprobar si yo podía enseñar. Aunque en mi caso el proyecto fue decepcionante, culpa tanto mía, como de mis compañeros y coordinador, no fue tan decepcionante la actitud de los estudiantes. Te basta sentir que llegas a uno o dos de ellos para que el esfuerzo de ese día haya merecido la pena. Curioso cuanto menos es, que las semanas que dediqué a una tarea nada relacionada con mi proyecto fue las que más disfrute, las que más me esforcé y las que considero más aporté.
Pensaba que iba a enseñar y la experiencia me ha demostrado que fui a aprender. Aprender a trabajar en equipo, a tratar con adolescentes y guiar niños, a solventar la barrera del idioma como sea posible, a dar y tolerar, a conocer nuevas culturas y convivir con ellas, a despedirme y dar la bienvenida, a abrir las puertas de casa con generosidad, a viajar sin recursos ni miedo, a apreciar aún más la libertad, a valorar mi lugar de origen, a disfrutar allí donde esté, a desear un mundo mejor y creer en ello, a ser más crítica.
En cuestión de cuatro meses –habiendo pasado la navidad en España-- pisé cinco países distintos, conocí la mitad de Rumanía y a voluntarios de Turquía, Macedonia, Italia, Francia, Georgia, Armenia, Grecia y más. Cuando compartes viajes, casa, fiestas y confidencias con jóvenes de distintas nacionalidades, con distintas religiones, experiencias, aspiraciones, niveles de tolerancia, gastronomía, sentido del humor, etc, no puedes más que crecer.
Otra experiencia inolvidable, otra experiencia irrepetible. El EVS, así como hizo el Erasmus, me ha demostrado que quiero volver a cruzar nuestras fronteras para enriquecerme y seguir abriendo la mente. Añoro Rumanía, pero me quedo con el gusanillo que tengo de organizar proyectos de voluntariado en mi tierra.