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Testimonio Cristina Villaverde | 27 años

El sábado 2 de junio de 2018 comenzaba mi EVS de corta duración en Grecia.

Antes de llegar a la tierra de Sócrates, tenía que pasar un día en Barcelona con una de las voluntarias, al principio reconozco que no sabía muy bien cómo iba a reaccionar con esta compañera porque a priori (y a posteriori) era muy diferente a mí. Este día mi mente comenzó a entender todavía más que todos somos personas independientemente de nuestras creencias y nuestras costumbres, y me gustó mucho la manera en la que me planteaba ciertos aspectos de su religión y muchos “Por Qué's”.

Tras este día de conversaciones, llegaba la hora de conocer al resto de los voluntarios en el aeropuerto, y allí tuve la primera toma de contacto, muy tranquila y muy cómoda y con algunas primeras impresiones de las cuales algunas fueron acertadas y otras no tanto. El viaje no fue perfecto, plena noche y mi cuerpo sin saberlo luchaba por no dormir. Al llegar a Atenas cogimos un bus y me di cuenta de que me veía muy cómoda con la situación: otro país y otra gente. En el trayecto Atenas-Xylokastro por suerte pude dormir, y fue en ese bus donde compartí asiento con uno de los voluntarios que pasaría a ser una de las personas más especiales durante este mes.

Sol, calor, cansancio, sudor, maletas…un chico francés y un chico alemán, ambos con dos amplias sonrisas y un cartel, fueron ellos quienes nos condujeron a lo que sería nuestro “meetingpoint”, el famoso “Turístiko”, y de ese momento tengo una foto en mi mente que creo y espero no olvidar nunca: un sol radiante, una playa vacía con un bosque al lado, un restaurante a pie de playa y el sonido incansable del mar. En ese momento supe que pasara lo que pasara, iba a disfrutar y a ser feliz en un sitio como ese.

Una vez desayunados y tras conocer a algunas de las personas que nos iban a guiar durante el mes, hicimos los 15 min del camino del “Turistiko”  a casa (camino que haríamos una media de 5/6 veces al día). Al llegar a nuestra casa, la idea de tener un baño para 12 personas no fue muy fascinante…pero no quedaba mas remedio. Debido a mi memoria de pez, no recuerdo muy bien el transcurso del primer día, pero a continuación explicaré un poco lo que era mi rutina en Xylokastro:

Sobre las 8 de la mañana me despertaba por varias razones: sol, calor, despertadores y ronquidos que hasta echo un poco de menos. Todos los días me despertaba pensando tres cosas: ¡qué sueño!, ¡qué hambre! y tengo que ir al baño antes de que vaya alguien. Uno de los mejores momentos del día reconozco que era mi camino matutino al “Turistiko”, siempre por el mar cuando iba sola (el 95% de las veces) y ahí es cuando aprovechaba para dar los buenos días y actualizar a mi gente que no estaba conmigo. Café, sándwich, cereales (tres días) y a esperar órdenes de trabajo por parte de una “Súper Griega” (Eliana): bosque con el gran Giorgos, limpiar playas, lijar y pintar bancos o ir con otro gran griego llamado Spiros a poner orden en el pueblo de al lado llamado “Sikia”, donde el propio Spiros se cercioraba de que no pasáramos ni sed ni hambre. Dependiendo del día después del trabajo yo aprovechaba para pasar un rato en mi lugar favorito: la playa.                                         

La comida empezaba a las 14:00 horas pero no se sabía cuando terminaba, cada uno alargaba su sobremesa en función de sus necesidades. La mayoría de las tardes eran libres y en general constaban de siestas (tres en mi caso y muy necesarias), playa (siempre que se podía), paseos, más siesta en la mayoría de mis compañeros y deporte. Gracias a lo último establecí más vínculo con dos de mis compañeros y en algunos momentos lo utilicé como vía de escape. Por otro lado, algunas tardes dimos clase de griego con Eliana (mencionada anteriormente y super querida por todos por lo mucho que nos ayudó durante este mes) y reconozco que al principio no compartía mucho la idea de dar griego por un mes, hoy, 35 días después no opino lo mismo, me gustó mucho haber aprendido aunque sean 4 cosas básicas de este idioma y creo cuando estás en un país que no es el tuyo es 100% recomendable y lógico que sepas un mínimo. Además de las clases de griego, aprendimos “danza griega” o “cocina griega”, organizado por la Asociación de Acogida que nos trató muy bien en todo momento. También realizamos actividades con nuestra tutora que nos sirvió para conocernos más, pasarlo muy bien y aprender, sobre todo de ella ya que cada minuto compartido con ella te hace crecer en muchos aspectos y te contagia sus buenas vibraciones. Un ejemplo de una de las actividades fue el debate realizado sobre el Terrorismo Islámico.

¿Y el fin de semana? En general se aprovechaba para ir a la playa (al menos en mi caso) o recuperarse de la fiesta del día anterior. Gracias a los 2 días libres que nos corresponden por mes, tuve la suerte de poder ir de viaje tres días con dos compañeros y conocer un poco más de Grecia, y a la vez, de oxigenarme un poco.

Como toda experiencia, hubo momentos buenos y momentos malos, pero sin duda pesan mucho más los buenos. ¿Cuáles fueron los malos? Supongo que convivir con 10 personas más y siendo todos muy diferentes no es fácil y hubo momentos que me sobrepasaron y me decepcioné un poco al ver que no era capaz de digerirlo como me hubiera gustado o como hacían otras personas. Uno de mis retos siempre es mejorar mi paciencia y creo que ni la empeoré y por desgracia tampoco la mejoré.

Las personas tenemos diferentes maneras de ver la vida y de hacer las cosas, pero a veces el poco respeto hacia el trabajo de los demás, la desorganización, dejadez y vagancia de algunas personas pudo conmigo, ya que yo no estoy acostumbrada a ese “modo” de ver la vida y creo que teníamos que responder a la oportunidad que nos habían dado y sobre todo sabiendo que éramos un grupo, pero como dije anteriormente, un poco de playa, paseos, deporte y un par de conversaciones y todo se pasaba. Otra cosa que sacaba lo peor de mi era las continuas quejas hacia todo en general, quejas del “primer mundo” y por supuesto, poco constructivas. Por último, para terminar con el lado negativo de esta experiencia es lo poco que comparto la actitud con uno de los compañeros. Creo fielmente que se ha confundido pero a la vez tengo que darle las gracias porque aumenté mi capacidad para morderme la lengua y pensar en las consecuencias que a veces pueden tener mis impulsos.

Ahora intentaré ser breve contando todo lo bueno que me ha aportado esta experiencia, que no es poco. Dicen que compartir es vivir, y aunque sepa que me encanta tener momentos para mi sola, esto no hubiera sido lo mismo si no me hubieran acompañado ciertas personas. Nunca sabes de quien puedes aprender, y en mi caso he aprendido de todos y cada uno de ellos y me ha encantado ver de nuevo que hay personas maravillosas en cada parte del mundo. Como dicen mis amigas “quien te quiere te tiene que querer con tus defectos” y aunque un mes sea poco, ha sobrado para que mis defectos salgan a la luz y aún así tengo compañeros que me lo han dado todo, me han dado 24 horas de cada día llenas en su gran mayoría de risas, han confiado en mi para contarme sus miedos y problemas y me han pedido opinión y consejo, lo que ha hecho que me haya sentido valorada. He aprendido más de mi al abrirme y al escuchar salir de mi boca ciertas cosas, y a la vez me ha sorprendido la química en ciertas conversaciones y situaciones, lo que me dio cierta “esperanza” y ha despertado de nuevo una parte de mi que creo que se había apagado un poco.

Pasé de querer desaparecer yo sola por perder el móvil en Atenas y a pensar que la gente era mala y horrible en este mundo a pensar que un dispositivo electrónico no era el culpable de mi felicidad y que había personas que tenía al lado que eran increíbles y que se portaron súper bien conmigo, me dieron más de lo que yo les di y valen más que todos los móviles de este mundo juntos. Que no hay mejor foto que la que queda en la mente y que la felicidad está en las pequeñas cosas, en las sonrisas y en las miradas cómplices, en cantar una canción, en un brindis, en un paisaje, en sentirte bien contigo misma y saber que no importa que la sociedad vaya hacia la derecha que si tu estás convencido y crees fielmente en ir a la izquierda debes ir por la izquierda y siempre habrá alguien que en tus momentos bajos (si los tienes) que te entienda, aunque sea muy difícil.

En resumen, esta experiencia ha sido en el lugar y el momento adecuado, su final me ha dejado un poco triste porque me he tenido que separarme de personas que me gustaría seguir viendo todos los días y que han sido y en parte seguirán siendo “familia” para mí. Siempre que acabo una experiencia buena, o me tengo que ir de algún sitio o sé que un ciclo buenísimo se acaba y me tengo que separar físicamente de algunas personas con las que he compartido mucho pienso esta frase de una película:

“Sigo creyendo en el paraíso. Pero ahora, al menos sé que no es un lugar que se pueda buscar. Porque no se trata de adónde vas, sino de como te sientes en un momento de tu vida cuando eres parte de algo. Y si encuentras ese momento, durará para siempre”.

Pero como en todo lo malo hay algo bueno…: “Que suerte la mía por tener a alguien que hace que sea realmente difícil decir adiós”.

Mención especial a 7 nombres propios: Laura, Sergi, Paula, Job, Yasmina, Karim y Ruth. Ellos sabrán por qué.

 

Cristina Villaverde