Así fue "Empower Vulnerable Youth: Theater, Creative Writing and Emotions in Focus", YE en Bélgica
El intercambio "Empower Vulnerable Youth: Theater, Creative Writing and Emotions in Focus" se trata de la segunda parte de un proyecto en dos fases organizado por la asociación belga Art of the Box con la colaboración de Volunteers Center Skopje NGO. Sus participantes nos relatan en esta crónica conjunta (tan bien contada por Emma, la group leader) cómo fue su experiencia en el proyecto: los miedos con los que fueron, lo que aprendieron, las actividades que hicieron y cómo fue, en general, esta experiencia que les cambió la vida.
No puede ser.
Aquellas tres palabras me acompañaron durante semanas. Cuando me enteré sobre el proyecto, no me lo podía creer. No podía ser que me brindaran la oportunidad de ir a un país extranjero, de aprender, de conocer a gente nueva… ¡y con todos los gastos cubiertos! Diez días en Bélgica, con gente de diferentes países de Europa, haciendo talleres de teatro y escritura creativa… Suena idílico, pero cuando estás a menos de un día de vivir esa (maravillosa) locura, los nervios se apoderan de ti. Sólo surgían dudas ¿me integraré?, ¿podré superar la barrera del idioma?
Todos esos interrogantes desaparecieron en el primer momento que pisamos la que sería nuestra casa los siguientes diez días. De repente estaba en un hostal en medio del bosque y rodeado de gente que no conocía para nada, gente que sin darme cuenta se convertiría en la única cosa de la que realmente me preocuparía durante esos días. Era tan increíble que no parecía real. Recuerdo el miedo inicial borrándose a medida que iba hablando con la gente de allí. Somos demasiado diferentes, pensaba. Y era cierto: lo éramos. Pero aquello es lo que hizo el hecho de conectar con ellos aún más especial. El shock cultural fue algo difícil al principio. Nunca me había relacionado con personas de tantos países diferentes, y casi sin darme cuenta, me encontré a mí misma sumergiéndome en diferentes culturas, aprendiendo palabras sueltas en diferentes idiomas, aprendiendo sobre la geografía, política y cultura de otros países, comunicándome sin palabras, cantando canciones y bailando danzas extranjeras.
Los diferentes juegos y talleres que realizamos durante las primeras jornadas nos ayudaron mucho a conectar con el resto de participantes y empezar a conocernos mejor. Actividades de lo más dinámicas y participativas. Sin duda, nuestra favorita, el taller de storytelling, en el que aprendimos a contar historias de manera cautivadora, y reflejamos esto en la presentación de nuestro pequeño teatro sobre Sant Jordi en un centro juvenil de la zona. Los ratos de tiempo libre nos permitieron conocer y descubrir a maravillosas personas, con las que tuvimos la oportunidad de pasar horas y horas jugando al futbolín, a las cartas, saliendo de fiesta, conociendo más sobre sus culturas o incluso compartiendo experiencias personales.
A los cinco días, ya a medio proyecto, sentía como si llevara toda la vida en aquella casa. Recuerdo mirar a mi alrededor, las paredes con las actividades escritas en ellas, los sobres con nuestros nombres y las notas que nuestros compañeros nos iban dejando, las ventanas que mostraban un paisaje nevado, las actividades que nos hacían reír y olvidarnos de la vergüenza y las diferencias que había entre nosotros. Parecía imposible el hecho de que, hiciera tan solo una semana, todos fuéramos desconocidos.
La experiencia en Lokeren ha sido fantástica por muchas razones; conoces a muchas personas de diferentes países, pero lo mejor de todo esto fue que allí nos convertimos todos del mismo lugar. Fue algo así como crear una gran familia. Nuestro grupo, los españoles, hicimos una gran piña, parecía que nos conocíamos de hace mucho tiempo. Entre nosotros tuvimos conversaciones muy profundas pues mostramos nuestros sentimientos y nos ayudamos mediantes consejos o solo con abrazos. Nunca olvidaré nuestros momentos tocando los tambores alrededor de la hoguera, cuando teníamos que limpiar la cocina pero acabábamos cantando y bailando, y todo lo que aprendí de todos y cada uno de ellos. Éramos personas muy diferentes, pero eso no fue un impedimento. Creo que una de las cosas más importantes que me ha enseñado este proyecto ha sido a apreciar las diferencias y aprender de ellas.
La despedida fue agridulce; tristes por saber que aquello había terminado, pero felices porque sabíamos que aquel no era el final. Echo de menos Lokeren pero siempre estaréis ahí, conmigo, como la mayor y más bella experiencia que se puede vivir con un grupo de desconocidos que ahora son tan conocidos míos. Hicimos una promesa: nos volveremos a ver. Lo que empezamos con miedo e inseguridad acabó siendo una de las mejores experiencias de nuestras vidas. Estamos seguros de que cumpliremos lo prometido.
A día de hoy, miro hacia atrás con cariño y nostalgia. Pienso en todas las cosas que aprendí sobre mí misma y sobre los demás, todos los miedos que desaparecieron, todos los momentos que vivimos… Ahora tengo pedacitos de Bélgica, de Lokeren, de Grecia, Letonia, Croacia, Macedonia, Andalucía (y Ríotuerto también), pedacitos de todas las personas que conocí y todos los recuerdos que creamos, que se quedarán conmigo para siempre.
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