Proyecto Erasmus+ en Macedonia. El el mes de octubre, enviamos a Anna, Emma, Paula y Rocío al curso de formación "Empower Vulnerable Youth: Theater, Creative Writing and Emotions in Focus", que tuvo lugar durante una semana en Struga (Macedonia). A su vuelta, nos han mandando algunas fotos, historias e impresiones que han recogido en este testimonio. Así fue este curso sobre teatro y emociones como medio de empoderamiento de la juventud más vulnerable.

Nuestra experiencia podría resumirse en tres conceptos: aprendizaje constante, autodescubrimiento y un grupo inspirador.

Hemos tenido la oportunidad de aprender compartiendo; ha sido una ocasión única, en la que hemos puesto toda nuestra energía en trabajar con una de las comunidades más vulnerables de la sociedad. Hemos tenido la oportunidad de comprobar cómo nuestros puntos de vista se cruzaban, ampliar nuestros recursos para trabajar las emociones, gestionar las diferencias y generar espacios seguros para cualquier niña, niño y/o adolescente.

Haber disfrutado de nuestro tiempo allí con gente tan inspiradora, donde hemos podido escuchar diversas experiencias, hace que hayamos aprendido de nosotras mismas, pudiendo reconstruir nuestros objetivos. Los momentos informales, dedicados a compartir tanto vivencias profesionales como historias personales, nos han ayudado a desaprender y descubrir que hay nuevas cosas que nos apasionan, de las que queremos más.

El eje de todo siempre fue la gente tan interesante que nos rodeaba: estas personas han hecho que la experiencia valga la pena. Suertudas nosotras, ya que nuestro “Spanish team” ha sido una gran fuente de donde aprender; colaborar entre nosotras siempre nos resultó fácil y seguramente tendremos grandes oportunidades en un futuro. El equipo intercultural que se ha creado en Macedonia es apasionante; las ganas de saber más y de reinventarse constantemente se ven a simple vista. Han sido pocos días, pero han sido muy intensos: siempre con las emociones a flor de piel, Struga se convirtió en un lugar de reflexión y libertad. Allí, sentirnos inseguras y vulnerables estaba bien, podíamos ser nosotras  sin caer en creencias o viejas rutinas, podíamos actuar con ilusión, como si fuéramos niñas… Y siempre dejando que la gente, las miradas, los momentos… nos tocaran y marcaran la piel.

Este marcaje, que es la vía perfecta para explorar rincones desnudos, nos ha servido además para ser conscientes de todo el espacio que aún nos queda libre para tatuar futuras experiencias. ¿Y tú, te atreves a estimular el espíritu a través de la epidermis?