Así fue “Think Green Go Green”, intercambio Erasmus+ en Bulgaria
“Aunque no es de los destinos que más suele llamar la atención, Bulgaria puede dejarte una buena impresión si le das la oportunidad.
La llegada a Sofia no fue del todo ideal, pero ir encontrando caras españolas ayudó a olvidarse de la lluvia. Una vez el equipo estaba completo, iniciamos nuestra aventura. El trayecto en tren fue bastante aburrido, menos mal que el intentar hacernos entender con el revisor amenizó las dos horas que nos separaban de Pazardjik.
El recibimiento en el hotel fue de 10, especialmente para las féminas del grupo, que se llevaron una grata sorpresa al ver su suite. Tanta fue la envidia de Javi, que no hubo manera de deshacerse de él durante la semana que duró el intercambio, aunque pobre… ¡a los dos días de intercambio ya se había quedado sin roommate!
Como ya se ha dicho, Bulgaria deja una buena impresión, pero no a primera vista y menos cuando entre unas cosas y otras llevas más de 24h viajando desde tu casa al hotel de Pazardjik. La primera cena a base de filetes de queso frito y rebozadísimo nos impactó a todos por igual, excepto a los voluntarios de EVS de la asociación Focus, que ya estaban hechos a la idea de cuál era el panorama culinario en Bulgaria y concretamente en el hotel. Por suerte o por desgracia, los búlgaros utilizan el comino para aderezar casi todos sus platos, así que poco a poco se nos fue acostumbrando el paladar. Aún así, no dudamos en probar el döner kebab autóctono y en salir un día a cenar fuera a un restaurante como señores.
Pero no sobrevivimos sólo a base de comida búlgara. ¡Benditas Intercultural Nights! Sin duda dejaron huella, ya fuera por asumir el reto de probar el “rakia” croata y el “palinka” rumano, o poner a prueba nuestra creatividad al intentar dibujar sobre la piel con el “kina” turco. Además, nos llevamos la admiración de los polacos y la mitad de su vodka al arrasar en su concurso de preguntas. Y ya sea por el vídeo de los preciosos paisajes de distintas partes de España o por los bailes que nos marcamos, la nuestra fue la presentación estrella de la noche y la mesa española, abundante en comida y sangría, duró para alegría o tristeza, un suspiro.
Por otra parte teníamos las actividades en grupo. Cada día nos reuníamos por la mañana y por la tarde para hacer distintos juegos de get-to-know para “romper el hielo”. También realizamos algunas actividades al aire libre como una gymkana por los distintos puntos de interés de la ciudad o un intercambio de objetos reciclados por nosotros mismos en el taller de reciclaje creativo. ¡Hay que ver lo que dan de sí unas simples botellas de plástico! Entre todos hicimos huchas, muñecos, adornos, floreros… ¡Y a cambio conseguimos bolsas y bolsas de fruta, verdura y flores en el bazar! También hicimos presentaciones y un poco de investigación para conocer el estado del reciclaje, del medio ambiente y la “huella ecológica” en los distintos países de Europa.
¡Y el día 14 nos fuimos de excursión! A unos 40 kilómetros de Pazardjik se encuentra Plovdiv, la ciudad más antigua de Bulgaria y la segunda ciudad más poblada, dónde pasamos de ver perros abandonados a gatos. La visita resultó muy grata, la enorme diversidad cultural que nos encontramos estuvo acompañada por un día soleado de lo más alegre.
Tras recorrer la calle Aleksandrovska, nos encontramos nada más y nada menos, ¡que con los restos subterráneos de un circo romano! y con la plaza Dzhumaya, donde está la mezquita del mismo nombre. Desde allí, la visita guiada realizada por David, uno de los organizadores, nos condujo a través de la ciudad antigua, donde pudimos disfrutar de las coloridas casas tradicionales búlgaras, hasta llegar a la colina Nebet Tepe, primer asentamiento de Plovdiv, y desde donde pudimos disfrutar de una panorámica de la ciudad.
Los siguientes días pasaron rapidísimo y de repente, llegamos al final. Propusimos ideas para otros proyectos, realizamos la evaluación del mismo, aprendimos más sobre el programa Erasmus+ y recibimos nuestro “Youthpass”. Pero no todo fue trabajo, nos divertimos descubriendo quién fue nuestro amigo secreto durante el proyecto, comimos el último kebab y disfrutamos de una noche de karaoke.
Las últimas horas en Bulgaria, estuvieron marcadas por el viaje en tren hacia Sofia, la despedida de nuestros compañeros y el deseo de volver a vernos. Todo en conjunto ha resultado en una experiencia muy grata, que nos ha dejado muy buenos recuerdos y que repetiríamos sin lugar a dudas.
¡Un millón de gracias, Mundus!”
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