Testimonio Joserra Jareño | 27 años
SEPTIEMBRE 2019
Al habla Joserra, un ubetense de 27 años, dedicado en vida a buscar tanto su vocación personal como las alas que algún día nos guardaron en algún baúl recóndito del mundo,de nosotros, para luego ofrecernos el juego del escondite con ellas. Al final, de tantas veces que te caes, entre la sangre y las lágrimas, encuentras llaves para mantener dada la luz del camino. No sabemos cómo de largo es el camino… Bueno que me enrollo xD
Tengo el grado en Educación Primaria y nunca trabajé como profe “oficialmente”, casi 8 años haciéndolo de forma altruista y no formal. Muchos tiros dados en diversos ámbitos profesionales hasta quitarle el palo al ciego y darle a algunas teclas. Ahora ya parece que va sonando mejor.
Realmente solo soy un ciudadano del mundo más, cuya vocación no se limita a lo concreto si no a la ambigüedad de la falta de lógica de este mundo: ayudar a las personas con reciprocidad a la vez que me reencuentro conmigo mismo. Ofrecer, aportar o apartar, compartir, soñar, volar, divagar, trasmitir, curarnos mientras soltamos y confiamos… Son algunas de mis aficiones, entre otras la escritura y la escucha, ya sea música, silencio, la espuma de un mar o los vientos en un bosque.
Aquí va mi reflexión personal en un autobús que llega tarde y entra tanta falta de paciencia en este mundo, el viento me trae a un sitio que seguramente me permitirá saber que nunca es tarde para nada. Esta EVS es algo que llevo queriendo hacer mucho tiempo y hoy se cumple ese deseo. Si lo crees lo creas.
Siempre se quedó en el tintero la idea de volar y salir del nido.
Manos que te agarran ante la envidia ignorante del ser feliz y la educación maldita que te enseña el cogerle gustillo al miedo. Al final se salta y si confías, vuelas. Eso sí, no mires atrás, a no ser que quieras coger impulso y pide siempre lo que más desees, que ahora mismo por suerte, sigue siendo gratis.
Solo necesitamos estar vivos para ello, así que usémoslo.
Siempre NO al porque sí…
Siempre NO, al pensar y al repensar, que para eso escribimos, que para eso amamos...
Ya anda el futuro generando falsos juicios de conciencia y de moral, haciendo como el que lo sabe todo. Como diciendo que qué más le queda a la vida... mientras se engrisece de horas sentado.
Parece más miedo que otra cosa.
Este, se esconde con máscaras tras pensamientos en norias que ametrallan el cerebro con juicios y embustes que en el momento te los crees y te provocan cambios en las ganas y distintas formas de poner la cara.
Luego si, se pasará... y claro que se permiten las caídas, pero no con tanto avasallamiento. Permitir es necesario y por algún lado tendrá que salir, ya que son emociones en flor, deseos de muchos días, quereles que llegaron y hoy se presentaron...
Deseos hechos por apretar la fé, por creérselo y al final crearlo, por los pasos que le marcas al destino.
Vienen tiempos de cambio, de someter a las riendas sueltas de lo imaginado, toca pervertir esas ideas establecidas tocando y corriendo al mirar.
Es la hora de comerse el mundo sin saber aún si hay cuchara, tenedor o manos...
“¡Que me gusta a mí un camino!” diría el caminante.
Sin pensar en el destino, se atonta en las horas de viaje y se emboba en el monótono verdor de la travesía.
“Lo que importa es el procedimiento”, decía el profe de mates ante mis dispares resultados.
“Goza hoy la recompensa del mañana” o “disfruta del camino” dirían mis libros y mis pájaros.
¡Y qué alto me llevaron! ay que ver…
Pero hoy a mis 27 y con algunos caminos ya andados, sigo sintiendo el tacto del miedo acariciar mis entrañas en este deseado momento, susurrándome al oido canciones de desamor y melancolías, aunque ese no sea del todo el sentido del autor.
Trato de aliviar lo que diría mañana el niño y lo que terminará siendo sin pensar en resultados. Aún así, empeñado en garabatear y ordenar mis muebles, sale a la luz lo que siempre señalé: el ignoro.
Rizando el rizo quiero seguir sabiendo menos cuando vuelva de este año, porque ese algo quizá sea la excusa perfecta para llamarme ignorante una vez más. Y déjame que siga queriendo ser ignorante aunque me dedique en vida a tratar de curarla, y que yo solo sé que no sé nada, dirían filósofos casposos, con más razones que santos.
Poema de Joserra - Visto un cuerpo
Hay un cuerpo,
Hay un cuerpo que dicen que tiene unas manos grandes
que se tienden de Norte a Sur,
unos brazos amplios que abrazan de Este a Oeste
y unos oídos atentos que escuchan la virtud.
Calza unos pies que besan la tierra
y que cuando bailan ganan la guerra.
Le han visto en pieles morenas y pálidas
jugando a mezclar banderas.
Habla lenguas que conocen a otras lenguas
y se enamoran sin fronteras
mientras te mira con unos ojos que se clavan en “distancias”
y murmuran que: ojalá no existieran.
Tiene un estómago que se sacia por las manos de otras madres,
y un ombligo que cuenta historias en las que venimos de los mismos padres.
Le salen unos codos que se clavan para enseñar a leer
y una espalda que comparte el peso del mañana y del ayer.
Con su pecho siente tanto frío como calor,
sus venas recorren ríos y selvas en barcos a vapor.
Con el corazón bombea aguas dulces y salás,
y peina los cabellos que descansan en bosques y ciudad.
Sus hombros le soportan la idea de la incoherente realidad,
pero su cabeza siempre sueña con que un mundo es mejor.
Y es que a pesar de todo lo grande que es la tierra,
dicen que continúa hacia delante.
Yo un día le ví, y supe que le ví,
cuando me dijo: “hoy por tí, mañana por mí”.
Se me mostró entre el dar sin recibir,
mis sentimientos ya andaban regando las flores
con lágrimas de rabia, de alegría y de dolores,
cuando allí le descubrí.
Y fué ahí que empecé a comprender el cuerpo,
aquellas gotas de muerte y de vida me contaban que estaba viviendo
el cuerpo de la solidaridad.
Alguien me alertó del baile de sabores que se me vendría encima,
me dijó: “ya sean grises los colores,
te darás cuenta de que estás a salvo
porque existe tu cuerpo, porque existe la solidaridad”.
Y así es como te alzas en la mañana
aunque sea fría y sin sol,
porque pagan con monedas más valiosas que la plata
que te permiten ver la sonrisa de un niño.
Te dan el placer de admirar como se palia la soledad con compañías
en el día de un anciano,
o vivir las noches junto a un enfermo que antes sollozaba
y que con tu tiempo hoy no.
Y se hizo, sucedió, se compró el bastón para este joven ansioso de vocación
que de tanto andar perdido con una brújula tropezó,
con la rosa de los vientos y con la vida puesta en flor.