Testimonio Rubén Gil | 25 años
Tras dejar mi trabajo, tenía claro que me quería ir al extranjero a vivir una experiencia diferente. No sabía muy bien cómo la iba a llevar a cabo, hasta que descubrí el Servicio Voluntario Europeo (SVE). Durante mis estudios universitarios no me atreví a realizar un programa Erasmus y ahora tenía una oportunidad de nuevo. Tras semanas buscando diferentes proyectos, encontré uno que me llamó la atención, el Festival de Cultura Judía. El proyecto era perfecto para mí, un festival de cultura, en una ciudad histórica, cultural y atractiva como Cracovia, y por el periodo de un mes (ideal para ver si verdaderamente podría sobrevivir solo en el extranjero).
En poco más de un par de semanas, después de realizar la entrevista con la asociación de acogida, ya me encontraba en Cracovia compartiendo casa con 9 voluntarios más. La verdad es que solo tengo palabras de agradecimiento tanto para las organizaciones, como para los voluntarios con los que compartía casa que al final se acabaron convirtiendo en mi familia. Diez personas, cuatro nacionalidades distintas, un mismo techo durante un mes, es una combinación tan dispar como perfecta. No puedo olvidarme tampoco, del resto de voluntarios del Festival que no eran del programa SVE y que nos acogieron de una manera increíble y que pronto se convirtieron también en parte de nuestra familia.
En cuanto al trabajo en el Festival, cierto es que no realizamos tareas de gran responsabilidad y a veces las tareas eran bastante aburridas, pero como parte del equipo de voluntarios, podías entrar gratis a todos los conciertos y exposiciones del festival. Tienes la oportunidad de descubrir tipos de música bien diferentes, conocer mejor la cultura y las tradiciones judías y disfrutar y aprender a trabajar en un entorno multicultural.
Lo que me llevo de allí y lo mejor del proyecto es la atmosfera que se respira, el ambiente que se crea cuando la gente está como tú, fuera de su zona de confort en otro país, y todos tienen ganas de llevarse bien con todos. Por otro lado, lo peor y lo que no me llevo por nada del mundo, es el racismo que por desgracia aún existe. Tuvimos varios desencuentros con algunas personas de nacionalidad polaca ajenas al festival, que por suerte no pasó a mayores. A pesar de esos incidentes, la experiencia por supuesto que mereció la pena, repetiría sin duda.
¡Ya estoy buscando otro proyecto para irme!
Rubén Gil Prado
24/07/2017