Testimonio Lucía Corral | 28 años
¡Hola a todos!
Mi nombre es Lucía, tengo 28 años y soy maestra de educación infantil. Nací en A Coruña, ciudad de la hermosa nación de Galicia.
En el mes de febrero de 2017, me candidaté a través de la Asociación Mundus a una plaza de Servicio de Voluntariado Europeo en la Junta de Freguesia de Lumiar (Lisboa) para el proyecto “Make a Move!”. Fue una sorpresa enorme ser la persona seleccionada. Me sentí muy afortunada.
El 1 de Marzo comenzó la aventura. Recuerdo que la Asociación Spin, organización de acogida, me recibió con una maravillosa comida de bienvenida donde conocí a voluntarios de diversas nacionalidades.
El tiempo pasa muy rápido cuando las cosas funcionan bien y así me ha ocurrido a mí con mi SVE. El 28 de Noviembre finalizó mi andadura como voluntaria, pero no mi vida en Lisboa.
Vida en Lisboa
Ya conocía Lisboa por lo que hacer turismo no era mi principal objetivo. Mi filosofía de vida aquí fue intentar disfrutar de las pequeñas cosas porque esta ciudad es un mundo por descubrir. Sólo hay que echar un vistazo a la agenda cultural para entenderlo.
Me gustaba dar paseos por ambientes poco turísticos y encontrar sitios bonitos por casualidad (serendipia). También utilizar los sabios consejos y recomendaciones de personas que residen verdaderamente aquí.
Vivía en un barrio multicultural, lleno de pequeñas tiendas y con auténtico aire portugués. Me sentía muy cómoda e integrada. Sociabilizaba con mucha gente extranjera, sobre todo españoles. Me encantaba relacionarme con portugueses porque era la mejor manera de aprender su lengua. Además, nuestra cultura es parecida por lo que me considero casi una “alfacinha” (término utilizado para las personas que nacen y son descendientes de lisboetas).
Con todo, el voluntariado no ha sido un camino de rosas. Podemos encontrar alguna espina, pero muy pocas...
Destaco la escasa cantidad de dinero que recibíamos los voluntarios del SVE. Tenía que ejercer un gran control sobre mis gastos para sobrevivir. ¡A veces era difícil!
Otra espina era la soledad. Permanecer sola a una distancia grande de casa da tiempo para pensar. Comienzan las “saudades” por mi querida tierra: el olor a mar y verde, la buena comida, las innumerables fiestas de verano... También echaba de menos a mi familia, amigos y hasta conducir mi coche. A pesar de ello, hacer amigos aquí era muy fácil. Conocí muchas personas en mi misma situación. Llegamos a compartir tantos momentos juntos que finalmente se convirtieron en familia lisboeta.
Mi experiencia SVE
Realicé mi voluntariado en el CAF (Componente de Apoyo a las Familias) de São Vicente, en el barrio de Telheiras. El mes de marzo fue una época de adaptación. La educación no formal era un área nueva y necesité tiempo para observar y comprender la forma de trabajo, los horarios y rutinas, las diferentes actividades, conocer a todos los niños y niñas... La flexibilidad y hospitalidad de los colegas de trabajo facilitaron las cosas y me sentí integrada en el equipo Vicentix desde el principio.
Comencé mi etapa de voluntaria con pequeñas tareas. Dar apoyo en todas las actividades para conocer a fondo el modo de trabajo: baloncesto, fútbol, ajedrez, danza, culinaria, karaoke, boccia, teatro... Y otras actividades con nombre muy sugestivo como: Zumba cerebral, Cuentos improvisados, Yo pienso que, Té con letras, Descubritix/Vicentix explorador...
Adoraba las visitas semanales al Centro Comunitario de Telheiras y a la Asociación de Parálisis Cerebral de Lisboa. Los niños y niñas Vicentix hacían actividades conjuntas con ancianos y usuarios de la asociación. ¡Compartí momentos muy estimulantes y grandes aprendizajes! Además, los jueves teníamos siempre una salida educativa. Algunos ejemplos son: huerta ecológica, parque de Monsanto, Fundación Champalimaud, Asociación Rarissimas, Mercado Alvalade, Estadio Universitario o Museo Coleçcción Berardo.
En las épocas vacacionales de Semana Santa y Verano las actividades cambiaron porque no había escuela por la mañana. Hicimos muchas dinámicas divertidas: juegos y paseos, salidas a la playa para hacer surf, visitas de personas importantes como una monitor de la asociación científica de MARE y de representantes de la marca Nike, talleres, torneos de deportes con otras escuelas y CAFs de la Freguesía de Lumiar…
Con el paso del tiempo adquirí más confianza en mí misma para ejercer otro tipo de tareas y las responsabilidades aumentaron.
Colaboré en las galas de final de trimestre, en el Got Talent de danza y tuve la fortuna de formar parte de la organización de la primera feria sobre creatividad celebrada en la escuela llamada Criatix. Invitamos a varios voluntarios de diferentes nacionalidades y organizamos un cuentacuentos al aire libre sobre personajes ilustres de sus países de origen. Yo hablé del inventor español Leonardo Torres Quevedo.
Implementé clases de Filosofía para niños para los pequeños de 6 a 10 años. Por ejemplo, mi primera sesión fue en la feria Criatix y llevó el nombre de Filosofía positiva. Se trataba de actividades de carácter lúdico con el objetivo de aprender a valorar las cualidades positivas propias y las de las demás personas. Con otras palabras, inyectar una buena dosis de felicidad y autoestima a los alumnos y alumnas.
Con motivo de la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente, la segunda sesión se denominó Filosofía Ambiental. El objetivo principal fue adquirir conciencia de la situación del planeta y comprender que entre todos podemos ayudarlo.
Después del verano, la ratio de niños y niñas aumentó por lo que tuve un horario más ajustado. Empecé a dar clases de forma continua dos veces por semana a los niños de 6-8 y 10-12. Disponer de un tiempo propio para mis actividades era genial. Además, tenía la libertad para abordar cualquier tema y utilizar los diferentes recursos de la escuela. Como resultado implementé Filosofía de Investigación Absurda, Filosofía Emocional, Filosofía Alimentaria, Filosofía Narrativa, Filosofía y Halloween (El miedo)…
Después de cada sesión era importante repensar y tomar notas sobre posibles mejoras. Intentaba buscar y elaborar cosas relacionadas con los gustos de los alumnos y alumnas para desenvolver actividades estimulantes y divertidas enfocadas en sus intereses. De forma transversal abordaba la educación en valores, el cooperativismo y las inteligencias múltiples. El objetivo fundamental de mis sesiones era aprender a pensar, pero siempre aprendiendo felices. Sin lugar a duda, la materia de Filosofía para Niños debería estar integrada en el currículum de todas las escuelas porque es la base para construir el pensamiento crítico.
También realicé una actividad muy especial sobre mi querida tierra. Unos amigos vinieron de Galicia para traer un pedacito de nuestra tradición a los pequeños y pequeñas de la escuela. En primer lugar, situamos Galicia en el mapa, vimos muchas cosas bonitas de este sitio como el paisaje y la buena comida y descubrimos algunos puntos en común con Portugal. Después mis amigos explicaron el funcionamiento de un acordeón y las diferentes partes de las que se componen. Tocaron una música tradicional gallega con un acordeón especial llamado acordeón diatónico y niños y niñas, padres y monitores bailamos una muiñeira corrida. ¡Fue una experiencia muy divertida!
Para conmemorar que Lisboa es Capital de la Cultura Ibero-Americana en 2017, hicimos un recital de poesía infantil en el auditorio de la escuela. Participé en este evento a través de la búsqueda y selección de poemas de diferentes países y autores. Facilité la traducción de todos ellos y distribuí los poemas a las diferentes clases del primer ciclo de primaria.
También fui la encargada de diseñar y pintar carteles para promocionar los eventos de la escuela, hacer decorados para las clases y cualquier tipo de trabajo manual para las actividades rutinarias.
Por último, escribía reportajes de todo lo que sucedía en las actividades del CAF y las publicaba en el periódico Jornalix Vicentix diariamente.
En general, puedo afirmar que me sentí muy cómoda, valorada e integrada en el equipo Vicentix. Estoy muy agradecida por la ayuda y los buenos consejos de cada uno de los monitores y de mi tutor. Fue muy satisfactorio sentir cómo los niños y niñas confiaban en mí, sentir su cariño y respeto y convertirme en un apoyo cuando tenían algún problema o duda.
A nivel profesional tuve grandes aprendizajes en la educación no formal. Al mismo tiempo, intenté contribuir en el CAF con mi bagaje en la educación formal. Creo que mi carácter pacífico y tranquilo daba serenidad y organización a un ambiente donde a veces había un poco de confusión. ¡Existía una buena conjugación!
A nivel personal me di cuenta que el voluntariado fue una especie de terapia para mí. Gané confianza en mí misma, perdí miedos e inseguridades. Nunca me arrepentí de estudiar la carrera de Maestra de Educación Infantil porque es mi vocación pero el hecho de no encontrar un empleo digno en mi país hirió mi autoestima.
Aprovecho la coyuntura para hacer queja de la situación que vive mi generación en España sobre la fuga de cerebros. El Estado invierte en nuestra educación y nos da formación. El problema llega después cuando queremos abrir camino en el mundo laboral. Las posibilidades de empleabilidad son bajas. Muchos jóvenes encuentran una solución en la emigración y procuran opciones en el extranjero. Un ejemplo claro es el Servicio de Voluntariado Europeo.
En el CAF Vicentix comprendí que sí dispongo de cualidades suficientes para trabajar en el área de la educación. Tengo hambre de hacer cosas y crecer profesionalmente.
Generalmente soy una persona demasiado perfeccionista y exigente. En este tiempo puse en práctica la espontaneidad. Me di cuenta que no siempre puedo planear todo y tener bajo control las cosas.
Hay dos cualidades que nacieron conmigo, pero que aquí las he potenciado: la responsabilidad y la empatía. Los niños y niñas son nuestro futuro, un tesoro que tenemos que cuidar. Indirectamente formamos parte de su crecimiento y me encanta sentir que puedo ayudarlos en su camino.
A pesar de la incertidumbre sobre mi futuro, tras el voluntariado sólo puedo sacar cosas positivas de mi SVE como: adquisición de experiencia para el cv, buenas amistades y cariño de los pequeños y pequeñas, aprendizaje de la lengua portuguesa, calidad de vida e independencia, aumento de autoestima…
Al principio del artículo comenté que ya casi me sentía una lisboeta de verdad. Ahora tengo que acrecentar una cosa. He disfrutado tanto del CAF de São Vicente que ya me siento una Vicentix de corazón. ¡Gracias a todos por hacerlo posible, desde el programa Erasmus +, Asociación Mundos y Asociación Spin a la escuela donde desarrollé el voluntariado, compañeros de trabajo y alumnado, y amigos SVE! ¡Ha sido una de las mejores experiencias de mi vida!