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Testimonio Guillem | 23 años

 Guillem se sincera con un resumen muy personal de lo que ha dado de sí su SVE en Petrinja. Encantados de haber contribuido a esta experiencia de crecimiento personal y de que aprendieras a superar las dificultades. 


“Voy a ser sincero. Esta no ha sido una experiencia fácil para mí. Probablemente ha sido una de las experiencias más difíciles de afrontar en mi (corta) vida. No obstante, mirando atrás, no cambiaría nada. Este tiempo aquí me ha hecho crecer enormemente, ser más fuerte y ser capaz de afrontar situaciones que poco antes me hubieran parecido insostenibles.

Llegué a Petrinja ilusionado por empezar a hacer espectáculos de marionetas y enamorado de la cultura balcánica, sobretodo a partir de la música y el cine. Lo que me encontré, en cambio, fue un pueblo pequeño del interior croata, marcado por el paso de la  guerra  de veinte años atrás, donde los garitos y el tipo de gente que predominaba eran amantes del turbofolk (en mi opinión, 100 veces peor que el reggaetton) y una conexión prácticamente inexistente con mis dos compañeras de proyecto y de piso, dos chicas francesas.

A pesar de esto, en un principio, decidí (o pude) mantener intacta la ilusión de crear espectáculos de títeres. Hasta que hicimos el segundo espectáculo. Para mí, las creaciones realizadas habían resultado muy flojas y me resultaba casi imposible motivar a mis compañeras para tener el ritmo y las ganas de preparación adecuadas que se requieren para organizar un espectáculo de marionetas, y más en un país extranjero. Para ser honesto, me costaba hasta a mi pensar que tenía que trabajar con ellas. Éramos personas totalmente diferentes, con gustos opuestos, caracteres distintos y por supuesto con un panorama así, la cooperación creadora requerida para este proyecto fue un fallo total. Así que durante un tiempo, aunque no esté orgulloso de ello, me desentendí un poco del proyecto principal. La otra opción era ir detrás de las dos chicas constantemente para forzarles a hacer algo que parecía que no disfrutaban hacer, al menos conmigo, así que fui menguando las ganas del proyecto central y centrándome más en proyectos personales.

También en la parte personal fui buscando mis recovecos para aguantar la situación. Hice buenos amigos en Zagreb y en un pueblo de la costa istriana, Vodnjan, donde me escapaba cada vez que podía para desgracia de mi economía. También empecé a encontrar gente “buena” o más cercana a mí en Petrinja, empezando por los trabajadores y otros voluntarios de la asociación, quienes al principio veía más como compañeros de trabajo que como amigos y poco a poco fueron acercándose a lo segundo. Mención especial para mis dos mentores durante el proyecto, Matej e Igor.

No obstante, para el ocio personal, debía continuar saliendo de Petrinja, ya que lo que yo llamo la cultura turbofolk, no cambiaba. Aproveché para hacer varios viajes, destacando una ruta por los Balcanes en marzo, que disfruté con amigos que vinieron a visitarme.

De lo que me siento más orgulloso en la parte personal es de haber intentado tener una buena relación con las chicas francesas a pesar de saber que éramos totalmente diferentes e incompatibles. Y de que funcionara durante algunos periodos de tiempo. A día de hoy, a menos de una semana de embarcar en el avión, una de cal y una de arena. Me he conseguido llevar bastante bien con una de las dos, aunque con la otra hace ya algún tiempo que no nos hablamos y así se va a quedar.

Tuve que esperar al final del proyecto, hace apenas unos días, cuando mi proyecto personal se hizo realidad para recibir mi recompensa. Había estado bastante tiempo moviendo hilos para ir a Vodnjan, a la organización de mis amigos, a hacer un espectáculo de marionetas allí, en una especie de colaboración entre asociaciones. Allí, tuve una semana para preparar el espectáculo y la gente que se ofreció a ayudarme se involucró muchísimo. Y claro, con ganas y energía como la de esos voluntarios, un espectáculo no puede salir mal, pese a que era 3 o 4 veces más difíciles de realizar que los hechos en Petrinja. Y me quité un peso grande de encima.

Con esto no quiero desanimar a nadie que quiera hacer un EVS. Todo lo contrario. Yo, aunque tuve mala suerte que os he narrado, he vivido a lo largo del año momentos increíbles y he conocido a personas maravillosas que no cambiaría por nada del mundo. Y de las partes negativas he sacado experiencia y paciencia y me han convertido en una persona más fuerte y preparada, aunque estos no fueran para nada mis objetivos iniciales del EVS.

En diciembre decía a mis allegados que ya no iba a vivir más fuera, ahora estoy medio agobiado buscando nuevos destinos.”